Quedan

Quedan los que siguen amando lo que hacen, y haciendo lo que aman. También están los que siguen cantando en la ducha. Los que se escapan a fumar un cigarro a la terraza. Los que riegan las plantas cada día. Quedan los que te ceden el paso sonriendo en el portal.

Quedan las miradas de complicidad. El cielo abierto de los que crean oportunidades para otros. Quedan las manos tendidas de quien después de cuidar de si, tiene para compartir con los demás.
También quedan locos y locas. De los necesarios para que este mundo siga manteniendo la cordura. Queda la esperanza impoluta vestida de verde, como se visten de verde los campos cada Primavera, por más duro que haya sido el crudo invierno.

Quedan los que invitan a una birra virtual. Los que te prestan dinero sin esperar nada a cambio. Quedan los que escuchan. Los que guardan silencio. Los que abrazan espiritualmente al triste. Quedan los que no temen el paso del tiempo, ni a los virus, ni a las crisis.
También quedan las canciones vibrando en el aire. Quedan las fotos que tomamos con los ojos y guardamos en el alma para siempre. Quedan las lecciones aprendidas. Todas. Las de matrícula de honor, y las de necesita mejorar.

Quedan las manos De Dios, que son las manos de una madre, limpiando los mocos de la cara de un niño. Quedan los que ponen comida a los gatos callejeros. Quedan los que aman este mundo, a sabiendas de que está muy enfermo.

Queda este momento que es solo tuyo. Lo que late debajo de la marabunta de tus pensamientos. Queda la emoción sencilla de los que saben que hay que estar fuera del mundo, para poder amar.

Y queda la semilla. Pequeña. Diminuta. Guardando el misterio inconmensurable de la vida.

Sigamos brindando por la vida y el amor. Por los que quedan. Por los que aman. Por los que de verdad sienten y son.