«Solamente dos legados duraderos debemos aspirar a dejar a nuestros hijos. Uno raíces, el otro alas.»
Hodding Carter

Un día uno comprende, con suerte más temprano que tarde, que Amar no es poseer.
La vida es un continuo cambio, una constante evolución. Una sucesión de pequeñas muertes, que nos llevan a renacer a otras etapas, en otras condiciones, como parte del aprendizaje del camino.
Apegarse es condicionar tu felicidad a los afectos. Es pensar que sin esa persona no podrías vivir. Es querer retener, poseer y limitar al amado, para que nunca se vaya. Es hacer responsable al otro de tu felicidad.
El desapego consiste en comprender, que estamos en un constante cambio y que soltando de la mano lo que amamos, y dejando que sea libre, no perdemos, sino que ganamos en Amor del de verdad. Del sincero y eterno. Del Amor valiente y respetuoso. Sin intereses ni dependencias, que nos lleva a una relación sana y equilibrada. Un amor sin dolor ni sufrimiento.
Es una experiencia intensa y dolorosa, pasar de ser uno a ser dos, tanto para la madre como para el hijo, y es importante vivirlo y aprender de ello de manera consciente. Cuando un bebé se ha gestado durante 9 meses en el seno de una mujer, todo lo que sabe del mundo cuando nace, lo sabe a través de su madre. Por eso durante los dos primeros años de vida una madre y un bebé es como si fueran uno. No hay conciencia para el bebé de su propia individualidad. Y de esta manera la madre naturaleza trabaja para que ese bebe salga adelante dándole a la mama un montón de recursos que la ligan al bebé de una y mil formas para poder satisfacer todas y cada una de sus necesidades.
Trabajar el vínculo madre e hijo durante la crianza, es todo un reto. A través de la lactancia materna la comunicación es más íntima y estrecha. Una crianza con apego, donde el bebé se sienta siempre acompañado, donde se atienda el llanto como una necesidad a satisfacer cuanto antes, y donde la protección y la seguridad del bebé sean lo más importante, está demostrado que es la manera en la que nos niños crecen más seguros de sí mismos y sanos. Una vez superada esta primera fase de la crianza, cuando llega el momento del destete, es todo un reto pasar de ser uno a ser dos de manera equilibrada.
En mi opinión, los niños valientes y seguros de sí mismos, son hijos de madres que nunca tuvieron miedo a dejarlos ser.

La maternidad es crear un vínculo afectivo con tu hijo a todos los niveles, desde que se engendra pasando por el nacimiento y la etapa de lactancia. Tu hijo ha de sentir tu amor incondicional. Ha de saber que mamá siempre estará ahí para el. Pero también ha de comprender poco a poco, que ya no son uno, sino que son dos. Llegado el momento, es necesario trascender y desvincularse de manera amorosa.
Ese es el mejor aprendizaje para las futuras relaciones de un niño. Cuando llega el momento de empezar a valerse por si mismo, y desligarse de la unidad que forma con mamá, y que ha sido necesaria mientras era un bebé desvalido. Supone un cambio para ambos que es preciso afrontar.
Porque por supuesto es también un aprendizaje para la madre. En ambos casos, considero que vivir el proceso del desapego, es bueno para una futura relación emocional satisfactoria entre madres e hijos.

Mi hijo no está aquí para hacerme feliz, para cumplir mis expectativas, para cuidar de mi cuando sea viejecita, ni para hacerme compañía, ni para llenar mis vacíos existenciales…
Mi hijo no es de mi propiedad. Es mi deber después de darle unas buenas raíces, darle unas buenas alas, y enseñarle a usarlas.
Los niños que crecen siendo hombres y mujeres libres, que aman y sienten, con autenticidad y sinceridad, siendo ellos mismos, serán seguramente hijos de madres, que entendieron un día, que sus hijos no les pertenecían, que eran hijos de la vida.
Hay que ayudarles mientras lo necesiten, para criarlos y educarlos, hacerles seguros de si mismos, darles confianza para que que luego puedan ser ellos mismos.
No puedes tenerlos eternamente bajo el ala. Han de volar solos. Bien lo saben las aves que habitan nuestros árboles y tejados.
Una madre no puede tejer una tela de araña, que envuelva a sus crías por miedo a que la abandonen. Ni en nombre de la seguridad, ni de la protección, ni del amor.
Porque te amo y te amo bien, te quiero libre. Tuya es tu felicidad. Tuya tu vida. Amar es entender que tu eres tu y yo soy yo, y en el camino nos encontramos y compartimos.
Esto vale para amigos, amantes, familiares, animales de compañía, cosas… Y es básico en la relación materno-filial.
El destete es un proceso doloroso. Emocional, física y espiritualmente hablando. Lo afirmo porque así ha sido para mi y esta es mi experiencia, mi verdad, y lo que hago con ello.
En mi opinión, después de hacer una crianza con apego, como yo he intentado hacer con Hermes, porque me parecía lo más sensato y natural, el siguiente paso es hacer un destete generoso y equilibrado, para que tu hijo entienda en el proceso, que el dolor es superable y no está solo, que tú lo acompañas, y así se relacione en un futuro, de una manera sana con los demás, y no establezca relaciones tóxicas ni dependientes.
Pasar de ser uno a ser dos, es algo bello, necesario, pero también doloroso.
Mi hijo a los 18 meses decidió no mamar más, por libre elección. Empezó a ser consciente de que es un ser independiente de mi.
Ya no seremos nunca más uno como hasta ahora. Se desligó de mi poco a poco y ese proceso fue fundamental para los dos.
Era mi responsabilidad hacerlo respetuosamente pensando en lo mejor para él. Así descubrí en el proceso, lo que era también mejor para mi.
Tal y como yo lo he vivido, si has dado pecho a demanda, y aprendes a satisfacer las necesidades de tu bebé, llega un momento con la alimentación complementaria, que el pecho pasa a un segundo plano, y se convierte en una golosina, en un juguete, y sobretodo, en algo que nos relaja y nos conecta con mamá.
A medida que la alimentación se vuelve más completa y el bebé deja de tomar papillas, (porque al tener la dentición, el instinto le pide tomar otro tipo de alimentos, y experimentar otros sabores y texturas), Hermes ya no pedía mamar, y si le ofrecía el pecho de día, no lo quería. Pasó a mamar solamente de noche, a modo de hidratación y consuelo, mientras se iba equilibrando su sueño, y aprendía a dormir y a regularse.

Hasta aquí el proceso es lento y lógico. Pasó de mamar tres veces o cuatro en una noche, a hacerlo solo una. Mientras, iba comiendo y bebiendo de todo durante el día y en ese tiempo a la vez, aprendió a andar y a comunicarse perfectamente, aunque todavía no había encontrado las palabras.
Una noche sin previo aviso, al despertarse con sus típicos ruiditos de: «mami ven, estoy incómodo y no se porqué, y por eso lloriqueo» como todas las noches, al ofrecerle el pecho medio dormida, negó firmemente con la cabeza y me pidió agua. Ante mi sorpresa, bebió de su vaso color naranja , se dio media vuelta, y siguió durmiendo tan tranquilo, dejándome desconcertada.
Mi hijo no había mamado aquella noche. Y una parte de mi sintió una punzada de pena y de abandono. Me volví a la cama muy confusa, y ya no pude dormir. Algo estaba cambiando.
En ese momento, yo ya sentía que tenía todo controlado. El sueño lo tenía regulado, ya andaba y corría perfectamente, comía de todo, y mi niño estaba sano y feliz.
Yo había superado el trauma de la cesárea, que no es fácil, y empezaba a sentirme yo misma de nuevo.
Así que de pronto, entré en esta fase de Destete, ¡que tiene lo suyo señores!
Le seguí ofreciendo al bebé y dejando a su elección, si quería o no mamar.
Mientras, la leche se me iba y venía de nuevo. Me subía la fiebre, me dolía mucho el pecho, y las hormonas me estaban volviendo un poco loca. Y digo un poco loca, porque creo que como seres superiores podemos controlar nuestros estados emocionales y si, las hormonas influyen y mucho, pero yo estoy al mando.
Se me saltaban las lágrimas por todo y sentía un pellizco al mirar a mi niño. Que estaba creciendo, que ya no era un bebé, sino que era una personita independiente.
Mi hijo ya podría salir adelante sin mi y yo ya habría dejado una impronta en él muy importante. Pero ya no era imprescindible para él, aunque si necesaria, este matiz es importante.

Cambiamos de etapa, y el bebé desvalido y tierno, se convirtió en un niño, que tenía que empezar a hacer cosas por si mismo, y comenzar su viaje en este mundo.
Su cuerpo, su mente y su psique se estaban desarrollando, así como los rasgos de su personalidad.
Le he dado confianza y amorosos cuidados, buscando hacerle un ser seguro de si mismo, con confianza, sin carencias ni ningún tipo de estrés.
De los 4 meses que dejamos el colecho hasta el año y medio, mi niño había llorado muy poquito y muy suave.
Me hice experta en adelantarme a lo que podía necesitar. De esa manera sus niveles de Cortisol, la hormona que genera el estrés, fueron mínimos, y los dos aprendimos a gestionarla.
Según todos los estudios recientes sobre el desarrollo del cerebro de los bebés, cito sobretodo a la doctora Sue Gerhardt y su libro «Porqué el amor importa», está demostrado que los bebés y los niños amados, comprendidos, y atendidos con dedicación, tienen menos problemas de adaptación, sus relaciones son más placenteras y felices, y se desarrollan con más plenitud ,sin problemas psicológicos ni emocionales.
De la misma manera que he intentado no caer en ñoñerías absurdas, ni en el hecho de que tuviera muchas cosas materiales, si que me esforcé mucho en esto.
El juego consistía, en que al llegar la noche, tanto Hermes como yo, hubiéramos tenido el mejor día posible, integrando todo lo que la vida nos iba poniendo por delante.
Otro pilar importante ha sido la alimentación, y el hecho de fortalecer su sistema inmunológico, sin excesos de higiene ni esterilizaciones excesivas. Pienso que hay tantas alergias hoy en día porque nos hemos pasado en esto de mantener todo el entorno del niño tan ESTERILIZADO! Mi hijo tiene un perro, un gato, chupa piedras de la playa y está en contacto con el mundo. Es necesario!!!

Hermes no ha tomado leches de fórmula, ni nada de comida envasada para bebés. Lo he alimentado con cereales de harinas y leches vegetales ecológicas, frutas y verduras cocinadas en casa, pescado y pollo de corral, alimentos probióticos y dosis de sentido común. Vale, tardo un poquito más preparándolo, pero a cambio, no hemos ido en todo este tiempo se ha enfermado muy poco y esta fuerte como un roble, está sano como una manzana.

Mi hijo no es maquinaria cuadriculada, a veces tiene más hambre, otras menos, a veces le apetece una cosa, otras veces otra. Duerme más, duerme menos…
He ido creando rutinas de forma flexible y adaptándonos ambos, a lo que íbamos necesitando. La hora de comer, ha de ser un momento agradable, relajado y divertido. Necesitan explorar la comida, jugar con ella, ir haciéndose con las texturas y los sabores y sobretodo, comer sano y natural. Después habrá que limpiar. Pero ve entendiendo que solo hay dos tipos de niños, los limpios, y los felices. Lo haremos de nuevo…por amor.

Mi hijo ha usado ropa de segunda mano, y ha tenido en general pocas cosas materiales, porque las he considerado innecesarias. No digo que sea mejor ni peor.
Es la forma en que yo he concebido mi maternidad. Mi hijo me necesitaba a mi.
Decidí que podía integrar gracias a mi pareja, otro tipo de actividad creativa y laboral, y decidí que no llevaría a Hermes a ninguna guardería y que yo misma cuidaría de el.
Eso ha hecho que mi hijo y yo tengamos un vínculo sólido y firme, y cuando llegó el destete, requería de un esfuerzo por mi parte para dejarle ir en paz.
Comenzó esa etapa, que la gente de manera equivocada llama «mamitis». No es mamitis. Es que hasta ese momento, el bebé no tiene conciencia de que es una persona, si no es a través de su mamá. Y cuando llega ese momento de conciencia de la individualidad, necesitan reafirmarse en el vínculo con la madre, para sentirse seguros.
Es un momento muy importante y hay que hacerlo bien.
Que no se sientan nunca rechazados, pero que se les de la libertad necesaria para explorar.
Que te encuentren siempre que te busquen, pero que no les sobreprotejas y les condiciones.
A la vez, tu necesitas reencontrarte a ti misma de nuevo en esta nueva etapa, recolocando tus cositas en su sitio.
Nunca sabemos exactamente cuánta bondad, cuánto amor somos capaces de dar. Pero es siempre muchísimo más del que presuponemos.
Así he comprendido, que no se trata de sacrificio. No es esfuerzo, no es trabajo, es lo que le da sentido a la vida, a la maternidad. Es Amor a la vida.
Desapegarnos no quiere decir que deje importarnos. Al reves!
Significa dejar al otro ser quien es, y que haga en este mundo lo que ha venido a hacer, sin condicionarle en absoluto.
Unidos para siempre por lazos invisibles, aunque los cuerpos se separen, ya están entrelazadas nuestras vidas para siempre, y es mi misión transmitirle lo que he aprendido, para que sea él mismo. Y establecer así una relación saludable para ambos. Hermes escribirá su propio destino. No está aquí ni para hacerme feliz, ni para cuidarme, ni para satisfacerme. Ese es mi propio trabajo, y en ello estoy.
Un proceso. Otro más. Todo en una misma dirección. Mis instintos, mis emociones, mis pensamientos, y lo que hago con ellos, para seguir creciendo, seguir evolucionando, creyendo, creando y compartiendo. este es el mejor legado que puedo dejar a mi hijo.
EL mundo gira a nuestro alrededor.
Somos el ombligo del mundo, con todo lo que eso conlleva. Seamos responsables, estamos aquí para ser felices, para cumplir nuestro destino.
La mejor mamá del mundo, para tu hijo, eres tú. No te quepa duda. Vivamos con esa tranquilidad esta bella aventura de la maternidad. Somos la esperanza del mundo.
